Las opiniones de George Akerlof, Paul Krugman, Robert Solow, Michael Spence y Joseph Stiglitz podrían definir el panorama económico del futuro.

Paul Krugman, premio nobel en 2008, considera que el problema más grande que enfrenta la economía mundial es que la gente no está gastando lo suficiente como para usar la capacidad productiva que tienen las economías. Dice que estimular la demanda debería ser una prioridad urgente de los gobiernos. Dice que lamentablemente lo que se ha aprendido desde el 2007 es que las instituciones encargadas de formular la política económica no están en absoluto bien preparadas para enfrentar déficits de demanda grandes y sostenidas.

Según Joseph E. Stiglitz, premio nobel en 2001, el falso capitalismo que ha surgido en Estados Unidos y en algunos otros países es producto de una democracia fallida que permite a la desigualdad económica traducirse con facilidad en desigualdad política y en un círculo vicioso en el cual un aumento de una forma de desigualdad exacerba la otra. El principal reto que enfrentará el mundo en las próximas décadas va más allá de moderar los excesos de la economía de mercado, y consiste en evitar la toma de riesgos excesiva, los préstamos abusivos y la manipulación del mercado, que tan claramente manifestaron las instituciones financieras en los últimos años. 

George Akerlof, premio nobel en 2001, cree que el problema radica en el calentamiento global y que la forma como se está explicando el problema es demasiado fría y tímida. Sugiere que la mejor manera de combatir el calentamiento global es fijar un impuesto uniforme sobre las emisiones de dióxido de carbono, y subirlo hasta que las emisiones caigan a niveles aconsejables. Una política óptima también implicaría subsidiar la investigación y el desarrollo dedicados a reducir las emisiones. 

Así como el calentamiento es un problema global y las emisiones se producen en todos lados, los impuestos y los subsidios deben ser mundiales. Todos los países deben sentirse obligados a participar.

Para Robert Solow, premio nobel en 1987, el mundo no tiene posibilidades de librarse de problemas económicos apremiantes en los próximos 50 años. La lista de ellos incluye lidiar con las causas y las consecuencias del cambio climático; responder al aumento de la desigualdad del ingreso y la riqueza dentro de las economías nacionales y, en el caso de las economías prósperas, adaptarse a la aparente tendencia de la conjunción de tecnología y demanda de empleos.

La conclusión de Solow es que las economías prósperas de Europa, Japón y América del Norte, están atrapadas en un episodio de “estancamiento”. No se sabe si será transitorio. De no ser así, y no encontrar una salida pronto, hay muchas menos probabilidades de solucionar los problemas más grandes que se avecinan.

Michael Spence, premio nobel en 2001, considera que abundan los retos apremiantes para la economía mundial. Sin embargo, cree que el más urgente tiene que ver con promover el crecimiento de las economías en desarrollo.

Esto tiene que ver con la promesa no solo de reducir la pobreza, sino también de crear más oportunidades y de llevar vidas saludables, productivas y creativas para el 85 por ciento de la población mundial. En los países más avanzados, la tecnología está reduciendo o eliminando cada vez más empleos mediante la automatización, la eliminación de intermediarios y la deslocalización en cambiantes cadenas mundiales de suministro. Dado que este cambio es tan veloz, los mercados laborales están desequilibrados; el capital humano no puede seguirle el ritmo a la evolución de la demanda de la economía mundial. Apresurarse a retomar el equilibrio es algo que reviste gran prioridad para el crecimiento y la distribución equitativa prácticamente en el mundo entero.

Los que explican estos economistas es que lo que se avecina en la economía mundial no se ve fácil. Se deben resolver problemas demográficos, tecnológicos, económicos, sobre el calentamiento global y la desigualdad, sin que esta lista sea limitativa. Aunque todos no coincidieron en los mismos problemas, si coinciden en que las políticas de gobierno deben ser más severas en vías de resolver los problemas que se pudieron haber prevenido en el pasado medio siglo.

Fuente: Revista Semana


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